sábado, 8 de octubre de 2011

ARROZ CON BOLETUS

Hoy parece que ha amanecido el día más fresquito y por fin se nota que estemos en otoño así que, con las mismas, me he cogido a mi suegra y nos hemos ido a comprar.  Me apetece comer algo de la época y, para ser del todo sincera, estoy ya un poquito cansada en ensaladas.

En la sección de congelados he encontrado lo que buscaba: Boletus edulis, el caviar del campo.  Margarita, mi suegra, ha cogido la bolsa del carro, la ha mirado con detenimiento y ha sentenciado como sólo sabe sentenciar una suegra: ¡Bah, son de Rumanía!  Me la he quedado mirando y no me ha quedado más remedio que contestarle: Pues igual que tu amiga Petra y a ella no le haces ascos.  Me ha perdonado la vida por encima de las gafas y no me ha vuelto a dirigir la palabra durante el resto de la compra.  Aún no sé si es bueno o es malo, lo que si es, es tranquilo.

Una vez en casita y embutida en el delantal, me pongo a filetear 8 ajos (2 por persona) y 250 g. de bacon que cortaré en tiras. Después pondré a dorar los ajos en un poco de aceite de oliva y, antes que se tuesten (que luego amargan) le añado el bacon con el fuego bajo.  Mi hija, bendita inocencia, dice que le encanta el bacon pero que no sabe a que edad hay que dejar de comerlo para no echar mucho culo.  Estoy tentada de contestarle que no conviene comerlo después del destete pero me corto.  Para qué frustrar a la muchacha.

Una vez que el bacon ha cogido una textura casi crujiente le vierto la bolsa entera de boletus congelados (750 g) que, según van descongelando, van soltando un agüilla aromática que, cuando reduce, da un sabor intenso y especial.  Conviene darle el punto de sal cuando termina de reducir y queda el aceite fragante y los trozos de hongo levemente dorados.

Segundo encontronazo del día con Margarita: Cuando hemos ido a la compra le he encargado que coja un kilo de arroz bomba (de grano redondo que absorbe mucho sabor) y, ya en casa, al abrir la bolsa compruebo que ha comprado el que le ha dado la gana ¿Por qué?  Porque es el que ella ha usado toda la vida. ¡Tócate el nardo, Bernardo!

Se vierte medio vaso de arroz por persona (en mi caso 2 vasos) y se sofríe un par de minutos para que abra el poro.  A la vez se deshacen con los dedos unas hebras de azafrán y se echan en la paellera.

(Ahora viene el momento en que me avergüenzo). Como he improvisado y no tenía hecho un buen caldo vegetal, he tirado de uno envasado en brik, que los hay muy buenos por cierto aunque, como el casero ninguno.

Quizá un litro de caldo para dos vasos de arroz sea muy justo, tirando a escaso, pero falta el ‘truqui’ de la cocinera: Una cerveza templada que echaré por encima cuando empiece a estar seco.  Le da un puntito especial.

Transcurridos unos 20’ desde el comienzo de la cocción, se apaga, se cubre con un paño limpio y se deja reposar diez minutos.

Marga y yo nos reconciliamos entre cucharada y cucharada, con ese sabor es imposible estar de mal humor.

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